Que nos dice la sinopsis.

Un fin de semana de juerga en una cabaña remota es justamente lo que Mackenzie necesita. Quiere divertirse a tope con sus amigos, lejos de los padres y las obligaciones. Pero tras una noche loca dos de ellos mueren… asesinados.

Sin signos de que la puerta haya sido forzada y ningún rastro de forcejeo, las sospechas recaen sobre el grupo de amigos. Entre ellos solo hay un asesino. Pero ninguno es inocente.

La trama empieza bien, un grupo de amigos que van a una cabaña, beben, se emborrachan, se quedan dormidos y a la mañana siguiente encuentran a dos de ellos muertos. Todas las puertas y ventanas cerradas, por lo que la policía tiene claro que uno de ellos es el asesino. Todo esto sucede en el primer capítulo.

Es a partir de aquí donde empieza el misterio. El vaivén de emociones, las sospechas y la desconfianza entre ellos van apareciendo a medida que avanza la trama. El ir descubriendo los secretos “oscuros” y los giros de guion que te hacen ir cambiando de opinión con respecto al asesino, son los puntos fuertes de la historia. 

La historia nos la cuenta nuestra protagonista Mackenzie, un personaje con poco desarrollo aunque con pequeños momentos de evolución. Es desde su perspectiva como conocemos al resto de personajes que aparecen, incluido su nuevo amor, Blake. La relación entre ellos es un poco yin y yang. Ella es pasional y se deja llevar por sus sentimientos y él es más frío y analítico. 

Durante toda la novela di gracias al personaje de Blake, ya que sin él Mackenzie se habría quedado en nada.

Pero a medida que me iba acercando al final, pensaba que algo no iba bien, y no me equivocaba, un final precipitado y sin hilar bien con los sucesos que iban sucediendo, que me dejó con cara de tonta y preguntándome pero qué ha pasado…aunque en el mal sentido. 

Se cierran diferentes tramas que van surgiendo con este final, Sí; pero con una sensación de que la historia tiene que tener un cierre independientemente de cual sea.